Mixy Paredes. Coordinadora del proyecto Justa - PNUD

La violencia contra la mujer es un atentado contra los derechos humanos, un grave problema de salud pública y una barrera para lograr el desarrollo pleno de las personas. En el mundo, una de cada tres mujeres ha experimentado violencia en algún momento de sus vidas. El Perú es el segundo país en América Latina con mayor incidencia de violencia sexual, siendo Lima, la ciudad que reporta mayor número de feminicidios a nivel nacional. En Villa El Salvador, distrito de Lima, tres de cada cuatro mujeres han sufrido algún tipo de violencia a lo largo de su vida. Lo más probable es que mientras estas leyendo este artículo recuerdes a alguna mujer cercana víctima de violencia. 

El año pasado el gobierno del Perú priorizó la lucha contra la violencia como uno de sus ejes de acción más importantes, sumándose a esta priorización una serie de iniciativas que se desarrollan desde diversos espacios y actores. Desde el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) venimos trabajando estrechamente con cada una de las instituciones que actúan en el circuito de atención de la violencia, generando alianzas estratégicas con la academia, centros de pensamiento, sociedad civil y sector privado. Hemos podido constatar que en los distritos donde intervenimos, los porcentajes de violencia superan la media nacional. Las mujeres aún debemos superar fuertes barreras para acceder a recursos financieros en particular a empleo formal, acceso a salud de calidad, a participar activamente en la toma de decisiones, justicia, y en términos generales a una vida libre de violencia. Todos estos factores representan un núcleo concreto que deja atrás a muchas niñas, jóvenes y mujeres.

Hemos constatado también que las mujeres víctimas de violencia en un primer momento acuden a otra mujer en busca de ayuda, pudiendo ser su hermana, prima, amiga, e inclusive vecina. Ellas reaccionan activamente frente al problema, se comprometen en tiempo y recursos, lo cual a su vez también las empobrece y reduce sus oportunidades. Estas lideresas transforman su comunidad y son agentes de cambio con capacidad de incidir en el desarrollo económico, social y sostenible de sus territorios. En este contexto, las actividades con enfoque de género que venimos desarrollando influyen en resoluciones claves, en donde hemos ido ganando espacios, compromisos y estableciendo mecanismos estratégicos que sentarán una agenda de política pública de largo alcance, en donde la igualdad de género y el empoderamiento de la mujer son esenciales para la defensa de los derechos humanos y el desarrollo en si mismo.

Hemos confirmado también que, sin el compromiso expreso con la igualdad de género y la aplicación de una óptica de género, las aspiraciones de las mujeres, sus necesidades, inquietudes y soluciones, no son visibles ni abordadas adecuadamente. Por lo tanto, es esencial comprender el enfoque de género, para mejorar la vida no sólo de las mujeres sino de todos y todas.

El trabajo que venimos abordando enfoca temas y barreras que las mujeres enfrentan a diario dado los estereotipos de género y actitudes discriminatorias predominantes en nuestra sociedad. Romper con esquemas tradicionales es posible gracias a estas aliadas estratégicas, conocedoras y reconocidas en su territorio. El proceso se encuentra encaminado hace décadas, pero aún no ha terminado. Sigamos entonces impulsando a diario el entrenamiento y acompañamiento de este proceso que buscará empoderarlas, capacitarlas y sobre todo reconocerlas.

Somos conscientes que todo el enfoque de prevención, protección, acción y respuesta no debe apuntar exclusivamente a las mujeres como víctimas y sin poder. Es fundamental que el activismo de las mujeres, especialmente en tiempos de crisis, sea destacado, ya que, incluso en las situaciones más difíciles, las mujeres poseen talentos y capacidades que contribuyen significativamente a transformar la realidad.